Hasta
los 13 años ví difuso. Quiero decir concretamente que veía “mal”, tenía ya una
miopía avanzada. Una miopía que nació conmigo, por lo tanto, para mí la
realidad era así: sin bordes definidos.
Con la
corrección oftalmológica gané definición, precisión, brillantez, nitidez y
límites.
Me
enseñaron, como a tantos, que es mejor ser precisos, hacer foco, distinguir:
esto sí, esto no…
Ahora
la incertidumbre es cómo será la realidad, si existe una verdad común y general,
si es justamente lo que me indica el cristal…
Hoy
creo en esa realidad sin bordes o, mejor dicho, quiero creer en la realidad sin
límites. Tal vez sea mejor una línea difusa (y propia), ese pasaje abierto
entre figura y figura, esa imprecisión de fondo.
Entonces
me corrijo y me saco las gafas: Desde que nací, para mí, la realidad no tiene
bordes.