Nani

Naniiiiiiiiiiiiiiiiiii, me gritaba desde el fondo del ahora frondoso jardín donde antes solía estar su casa, Naniiiiiiiiiiiiiii, me gritaba con una aguda i final, el abuelo Roque los domingos de lluvia, y yo ya estaba preparada para correr por el pasillo que comunicaba casa con casa. Entonces corría evitando las gotas que se escurría por la chapa del techito del galpón para rescatar el plato de tortas fritas todavía calientes. Con la sonrisa más grande que podía soportar mi cara, luego de un prolongado beso, me volvía con la misma corrida del principio y un plato. Era un ritual de lluvia, me recuerdo en ojotas, sería un ritual de lluvia de verano, con todo lo que le permite a los niños el tiempo de vacaciones. Laura me esperaba con mates, entonces el ritual era completo, siempre a las cinco de la tarde. Siempre la lluvia era hermosa y a las cinco de la tarde por esos tiempos en que todos los días de lluvia eran domingos.

Hoy podría ser domingo perfectamente.

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