“Esperáme
acá”. Bajó del auto, un 1500 verde hoja con dos líneas amarillas, y entró en la
librería. Yo no sabía ciertamente qué iba a buscar mi padre. Esperé, con esa
sensación extraña (que aún en determinadas ocasiones experimento) de temor a
que pase mucho tiempo, ansiosa, nerviosa, callada. No tardó casi nada,
estábamos apurados ya era la hora. Subió rápido al coche y en el mismo ademán
me dio una cajita de 6 lápices de colores y un block de hojas blancas para
dibujo. “Tomá”, eso solo me dijo y arrancó el auto. “A las siete y media te
paso a buscar”. Toqué el timbre, subí la escalera, se abrió un mundo. “Trajiste
los lápices” me dijo la maestra “¡buenísimo! Hoy vamos a dibujar un bosque”.
Yo
entonces tenía 7 años.
Gracias
Pá.
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