Fragmentos de un discurso amoroso

El texto que sigue es solo una pequeñísima muestra de la belleza que brinda este libro de Roland Barthes. Me tomo la libertad de comenzar a sumar recortes de textos que me llenan el alma, me inspiran, me alimentan y, así, compartirlos...



El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos,o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte toda una actividad discursiva viene de realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es “yo te deseo”, y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación.
(Hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis, es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo)

Con el alma llena...

No perder la capacidad de asombrarse, imaginar, descubrir…

En el dibujo un árbol puede volar, un caminito de letras puede llevarme a “ese” lugar, se puede subir una escalerita, una casa puede ser un refugio de aquello que no queremos. Las hojas de las plantas tienen múltiples verdes, el cielo es de extravagantes colores, la línea de horizonte desaparece, no hay diferencias entre el cielo y la tierra. Todo se puede en el dibujo, la fantasía se materializa y sencillamente es verdad, como en una suerte de magia.
Y cuando digo dibujo digo música. (Desearía que con tu música también todo lo puedas)
En el dibujo soy como más me gusta ser. Como quisiera! Y podré SER, siempre y cuando, cuide y alimente mi capacidad de asombro, mire con ojos nuevos, deje volar la imaginación y descubra una y mil veces los colores de las cosas.