Llegar a pie

Bajé de la bicicleta. Caminé por la avenida, tomé  por una calle y al rato reparé que no reconocía el paisaje. Me adentré en la noche y me perdí, suelo perderme todavía. Volví sobre mis pasos, siempre lo hago, necesito retomar por los caminos conocidos, entonces continué por la avenida M. García. La noche persistía pero ví mas claro. Ví que era joven todavía y que podía caminar con mis dos piernas sin temor (sin necesitar de la tercera pierna como dice Clarice).
En la mesa éramos varios, bebimos y reímos y gritamos. En la conversación creo que te nombré tres veces. Ellos me hablaron de sus viajes (yo era la única que no había viajado a Europa en toda la mesa), me hablaban de sus aventuras y de sus mujeres en esas aventuras. Quise ser una de ellas por un momento pero soy esta, la que ríe, escucha y aprende a ver.
Mi amigo S me habló de París y me dijo que era como viajar a otro planeta, lo citó a Julio (Cortázar) y dijo algo que tenía que ver con “anhelar volver”. Yo anhelo volver pero nunca he ido, será porque leí Rayuela.

S y yo decidimos partir antes, parte de nuestro regreso era hacia la misma dirección, me acercó en su bicicleta (y el viaje también fue en el tiempo - yo tuve un novio que me llevaba en su bici así, - le dije). Nos separamos en una esquina luminosa de la avenida, bajé de la bici y seguí a pie. Al sur de la ciudad no hay motivos para temerle a la noche.

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