Rincón favorito

Cuando aterricé en el departamento busqué algún lugar que tuviera pinta de rincón favorito. Había una ventana en donde la luz en determinadas horas del día dibujaba finas figuras y perfiles en la pared, fue entonces ahí donde acomodé el sillón y el resto de la dinámica de las cosas dependió de eso: libros, cajas sin abrir, pequeños muebles, algunos elementos del taller, entre otros paquetitos perdidos, armaban una ronda alrededor de la ventana prodigiosa. Ese se ha ido convirtiendo en mi lugar estratégico para pasar largas horas callada y sin música. 


El segundo día me senté ahí, casi por accidente, y me sorprendió un pedazo de cielo celesterosado atardecido. En ese momento yo no me encontraba sola pero logré la concentración suficiente como para contemplar y ausentarme. E entendía a la perfección mis largos ratos en silencio, solo cuando pasaba mucho tiempo me preguntaba, de un modo casi automático: ¿qué te pasa?, siempre mi respuesta igual de seca era “nada”, pero ese día, sin desviar la concentración y con una mueca de regocijo le dije: miro el cielo.

No hay comentarios: